El dios egipcio de la vida, la fertilidad y la muerte comparte con Jesucristo el hecho de haber sido hijo de un dios supremo (Geb, el dios de la Tierra) que bajo de su trono celestial para estar con los sacrificados, fue muerto por ellos y posteriormente resucito. El culto a Osiris estaba bastante extendido en el mundo mediterraneo de la Antiguedad.
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